No es que “no te atrevas” a hablar un idioma extranjero, es que tienes el “Síndrome del Chef Michelin”

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No es que “no te atrevas” a hablar un idioma extranjero, es que tienes el “Síndrome del Chef Michelin”

¿Te ha pasado esto alguna vez?

Te sabes un montón de palabras, las reglas gramaticales te las sabes de memoria, pero justo cuando un extranjero está frente a ti, aunque tu mente esté llena de ideas, tu boca se siente pegada con Resistol y no te sale ni una sola palabra.

Siempre le atribuimos esto a la “timidez” o a la “falta de talento”. Pero la verdad es que quizás solo tengas una “enfermedad” muy común, que yo llamo el “Síndrome del Chef Michelin”.

Aprender un idioma extranjero es como aprender a cocinar un platillo nuevo

Imagina que es la primera vez que cocinas. Tu objetivo es hacer unos huevos revueltos con jitomate que se puedan comer. ¿Qué harías? Seguramente estarías un poco torpe, quizás le pondrías mucha sal, el punto de cocción no sería el ideal, y el resultado final quizás no se vea muy bien, pero al final de cuentas, es un plato que se puede comer, y te ayudará a hacerlo mejor la próxima vez.

Pero ¿qué pasaría si desde el principio, tu objetivo no fuera solo “hacer un plato”, sino “hacer unos huevos revueltos con jitomate perfectos, dignos de una estrella Michelin”?

Antes de ponerte a cocinar, investigarías la receta una y otra vez, te obsesionarías con el tamaño del jitomate o cuánto tiempo batir los huevos. Incluso, por miedo a dejar la cocina hecha un desastre, o a que el sabor no sea impresionante, tardarías mucho en encender el fuego.

¿Y el resultado? Mientras otros ya están disfrutando sus platillos caseros, quizás no perfectos, pero hechos por ellos mismos, tú, con un montón de ingredientes perfectos, solo tienes un plato vacío.

Esto es precisamente el mayor bloqueo mental que enfrentamos al hablar un idioma extranjero.

Deja de buscar la “pronunciación perfecta” y empieza a “servir el platillo”

Siempre pensamos que la primera palabra que decimos debe tener una gramática perfecta, una pronunciación nativa y un vocabulario sofisticado. Esto es tan absurdo e irreal como pedirle a un cocinero principiante que prepare un platillo de alta cocina la primera vez que entra a la cocina.

La verdad es: es mejor hablar balbuceando que no decir nada en absoluto.

Un platillo un poco salado es mejor que un platillo que ni siquiera existe. Si la otra persona puede “degustar” tu mensaje, ya es un éxito enorme. Esos pequeños errores gramaticales o el acento, son como la sal que no se mezcló bien en el platillo, no afectan en nada. Los verdaderos chefs empezaron quemando innumerables sartenes.

No temas a las “malas críticas”, nadie te va a calificar

Nos da miedo ser juzgados. Miedo a que la gente piense “habla muy mal”, como los chefs temen las malas críticas de los comensales.

Pero piénsalo desde otra perspectiva: si por miedo no dices nada, ¿qué pensará la gente? Quizás piensen que eres “distante”, “aburrido”, o que simplemente “no quieres comunicarte”.

Hables o no, la otra persona se está formando una impresión de ti. En lugar de que te pongan la etiqueta de “silencioso” de forma pasiva, es mejor que tomes la iniciativa para comunicarte, aunque el proceso sea un poco torpe. Un amigo que te trae un plato hecho por él mismo, aunque tenga algunos defectos, siempre será más apreciado que alguien que solo habla de recetas perfectas sin cocinar nada.

¿Cómo curar tu “Síndrome del Chef Michelin”?

La respuesta es sencilla: No te veas como un gran chef, considérete un feliz “cocinero casero”.

Tu objetivo no es impresionar al mundo, sino disfrutar el proceso de cocinar (comunicarte) y compartir tu creación con los demás.

  1. Abraza el caos en la cocina. Acéptalo, tu cocina de aprendizaje de idiomas está destinada a ser un desastre. Cometer errores no es un fracaso, es una prueba de que estás aprendiendo. Hoy usas una palabra equivocada, mañana confundes un tiempo verbal; todo esto es parte de la “prueba de platillos”, que te ayuda a hacerlo mejor la próxima vez.

  2. Empieza con “platillos caseros”. No empieces desafiando platillos complejos como el “Buddha saltando sobre la muralla” (como debatir filosofía con alguien). Empieza con los “huevos revueltos con jitomate” más sencillos (como saludar, preguntar el clima). Construir confianza es mucho más importante que mostrar habilidades de alta dificultad.

  3. Busca un compañero seguro para “probar tus platillos”. El paso más crucial es encontrar un entorno donde puedas “cocinar a tu antojo” sin preocuparte de ser ridiculizado. Aquí, cometer errores es alentado, y los intentos son elogiados.

En el pasado, esto podría haber sido difícil. Pero ahora, la tecnología nos ha dado una “cocina de simulación” excelente. Por ejemplo, una herramienta como Intent es como una aplicación de chat con traducción inteligente incorporada. Puedes comunicarte con personas de todo el mundo, y cuando te quedes atorado, o no encuentres la palabra adecuada, su traducción con IA es como un sous chef amigable que te entrega de inmediato el “condimento” más adecuado.

Esto ha cambiado completamente las reglas del juego. Transforma esa “actuación escénica” de alta presión del pasado en un experimento de cocina relajado y divertido. Aquí puedes experimentar audazmente hasta que te sientas completamente confiado, listo para “lucirte” con tus amigos en la vida real.


Así que, deja de obsesionarte con esa inalcanzable “cena Michelin”.

Entra a tu cocina de idiomas, y atrévete a encender el fuego. Recuerda que el propósito del lenguaje no es una actuación perfecta, sino una conexión cálida. Las conversaciones más deliciosas, al igual que los platillos más sabrosos, a menudo tienen un toque de imperfección, pero están llenas de sinceridad.